Andrés Burbano.
Keynes dedica un
capítulo entero de su Teoría General a realizar una exposición de la visión
clásica de la tasa de interés, y con esta a su manera de ver el comportamiento
del mercado de dinero y capital financiero.
Keynes cita a distintos
autores clásicos para mostrarnos que la tasa de interés es el precio del dinero
en un mercado donde se equilibra la oferta de recursos para la inversión
(traída por los ahorradores) y su demanda (traída por los inversionistas). De
esta manera se nos muestra que el mercado de dinero se comporta de manera
homogénea al mercado típico de bienes y servicios.
Sin embargo, las
dificultades en la comprensión de este marco de fenómenos comienzan, según el
autor, en la determinación de los puntos de equilibrio para estas curvas de
oferta y demanda. Ya que según la teoría clásica, bajo cierta tasa de interés
se equilibran las cantidades ofrecidas y demandadas de dinero, a un ingreso
dado; y es que este es el problema raíz detectado por Keynes. La escuela
clásica asume el funcionamiento del mercado de dinero a tasas de interés en
puntos de equilibrio reconociendo distintas variables dadas y afirmando ceteris
paribus, ignorando las relaciones causales que se desprenden entre estas
distintas variables. Sobre todo en la cadena de dependencia de ingreso,
ocupación e inversión.
Keynes nos enseña el
comportamiento real de las curvas de oferta y demanda de dinero teniendo en
cuenta este tipo de relaciones (un comportamiento rotundamente distinto al
otorgado por los clásicos), todo con el fin de obtener la conclusión de que la
tasa de interés no determinará únicamente la inversión en las curvas del
mercado de dinero, sino que entrarán en juego distintos factores que alterarán
el devenir de este intercambio, tales como la eficiencia marginal del capital,
la preferencia por la liquidez, el nivel de ocupación etc.
Expreso concordancia
con lo anteriormente expuesto, ya que se rodea de lógica si lo vemos desde un
punto de vista donde agreguemos el movimiento de los costos de oportunidad de
actividades productivas frente a iniciativas de inversión en mercados
financieros. Sin embargo, no podemos desechar enteramente la propuesta clásica,
puesto que bajo mi punto de vista es plausible para ciertos casos, tales como
las bolsas de valores, donde la inversión en valores se abstrae de la
estructura productiva al remitirse a la comparación de costos de oportunidad en
mercados del mismo rubro. Así obteniendo la requeridas “variables dadas” para
el caso clásico.
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