domingo, 5 de octubre de 2014

“Consumo e inflación: circulo vicioso argentino”

MAYRA VIVIANA SIERRA CALDERON 



La trayectoria de la economía Argentina ha sido intrigante, después de haber pasado por épocas tan críticas como los 80`, que desencadenó una hiperinflación y luego la profunda depresión económica (1998-2002), hasta llegar a revertirse en un crecimiento elevado, que aunque también amenazada por una gran inflación invade las dos últimas décadas.
Frente a esto, es claro que el consumo es uno de los pilares del crecimiento argentino de los últimos años. El consumo total está compuesto por el realizado en bienes y servicios tanto por el sector público, el Estado nacional, y el sector privado, realizado por las familias argentinas.
 Aunque a lo largo de la historia argentina, el consumo siempre ha sido una variable muy relevante, en los últimos veinticinco años, el consumo ha aportado casi el 80% del PIB. Este elevado consumo fue dado por varios factores, como lo son la ganancia de participación de los asalariados en la distribución, las políticas públicas direccionadas a otorgar recursos hacia los más necesitados, el incremento en los salarios, los logros de las paritarias y el fomento al consumo a través de créditos de fácil acceso, han sido los principales aspectos que han contribuido al crecimiento del consumo en Argentina. Desde esta perspectiva, John Maynard keynes  es muy asertivo al nombrar los factores objetivos que hacen parte según él de las motivaciones al consumo, en el caso particular a tratar, serian las variaciones en el salario, en las tasas descuento y en la política fiscal, las variaciones más influyentes en la propensión al consumo de Argentina.
Aunque a simple vista esta cifra de consumo tiende a pensar que la economía argentina va por buen camino, detrás de esto existe una situación bastante desalentadora. Un indicador de felicidad, en términos contemporáneos, lo da la capacidad de comprar bienes y servicios. “Consumo, luego existo”, sintetiza el ideal existencial de época.
Esta ideología de felicidad que hace parte de una tendencia mundial, refleja claramente el ideario de la clase media, cuya inclinación a la priorización del bienestar material, la hace el sector más dinámico, ambicioso y consumista argentino. Todo se convierte en un ciclo vicioso en el que los agentes son consumidores por un lado y objetos de consumo por otro.  En la última década la economía recreó un círculo virtuoso que potenció el consumo en el que: “Si hay empleo, hay salario. Si hay salario, hay consumo.” Si hay consumo se puede pensar en una vida un poco menos signada por la angustia de la falta y con algo más de espacio para el disfrute y el proyecto”, pero los argentinos se han olvidado de un factor muy importante, el ahorro. En épocas anteriores los argentinos tenían muy claro que debían ahorrar para poder enfrentar las diferentes etapas de la vida, en la actualidad se tiene una visión a corto plazo, se gasta y se consume sin poner reparo a las situaciones que puedan tener en un futuro; son ricos en consumo pero pobres en patrimonio.
  Todo esto tiene una gran responsable, la inflación. Esta, estimula el consumo pero disminuye en gran medida el ahorro y la inversión, en Argentina, al no encontrar inversiones fuertes y estables que puedan empatar o ganarle a la inflación los argentinos han optado por el consumo inmediato, que en la mayoría de los casos se convierte en innecesario y/o efímero.
Concluyo en decir  que la propensión marginal a consumir como lo afirma la economía keynesiana en un factor que influye directamente en la estabilidad del sistema económico, porque si este disminuyera por distintos motivos, la inversión deberá aumentar para cubrir la brecha entre el ingreso y el consumo con la finalidad  de que la renta no disminuya y por tanto se mantenga el nivel de ocupación, que es el principal problema a tratar de la corriente keynesiana y que a su vez es uno de los factores más influyentes de toda economía.
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