MAYRA VIVIANA SIERRA CALDERON
La trayectoria de la
economía Argentina ha sido intrigante, después de haber pasado por épocas tan críticas
como los 80`, que desencadenó una hiperinflación y luego la profunda depresión
económica (1998-2002), hasta llegar a revertirse en un crecimiento elevado, que
aunque también amenazada por una gran inflación invade las dos últimas décadas.
Frente a esto, es
claro que el consumo es uno de los pilares del crecimiento argentino de los
últimos años. El consumo total está compuesto por el realizado en bienes y
servicios tanto por el sector público, el Estado nacional, y el sector privado,
realizado por las familias argentinas.
Aunque a lo largo de la historia argentina, el
consumo siempre ha sido una variable muy relevante, en los últimos veinticinco
años, el consumo ha aportado casi el 80% del PIB. Este elevado consumo fue dado
por varios factores, como lo son la ganancia de participación de los
asalariados en la distribución, las políticas públicas direccionadas a otorgar
recursos hacia los más necesitados, el incremento en los salarios, los logros
de las paritarias y el fomento al consumo a través de créditos de fácil acceso,
han sido los principales aspectos que han contribuido al crecimiento del
consumo en Argentina. Desde esta perspectiva, John Maynard keynes es muy
asertivo al nombrar los factores objetivos que hacen parte según él de las
motivaciones al consumo, en el caso particular a tratar, serian las variaciones
en el salario, en las tasas descuento y en la política fiscal, las variaciones
más influyentes en la propensión al consumo de Argentina.
Aunque a simple vista
esta cifra de consumo tiende a pensar que la economía argentina va por buen
camino, detrás de esto existe una situación bastante desalentadora. Un indicador de felicidad, en términos
contemporáneos, lo da la capacidad de comprar bienes y servicios. “Consumo,
luego existo”, sintetiza
el ideal existencial de época.
Esta ideología de felicidad que hace parte de
una tendencia mundial, refleja claramente el ideario de la clase media, cuya
inclinación a la priorización del bienestar material, la hace el sector más
dinámico, ambicioso y consumista argentino. Todo se convierte en un ciclo
vicioso en el que los agentes son consumidores por un lado y objetos de consumo
por otro. En la última década la
economía recreó un círculo virtuoso que potenció el consumo en el que: “Si hay empleo, hay salario. Si hay
salario, hay consumo.” Si hay consumo se puede pensar en una vida un poco menos
signada por la angustia de la falta y con algo más de espacio para el disfrute
y el proyecto”, pero los argentinos se han
olvidado de un factor muy importante, el ahorro. En épocas anteriores los argentinos
tenían muy claro que debían ahorrar para poder enfrentar las diferentes etapas
de la vida, en la actualidad se tiene una visión a corto plazo, se gasta y se
consume sin poner reparo a las situaciones que puedan tener en un futuro; son
ricos en consumo pero pobres en patrimonio.
Todo esto tiene una gran responsable, la inflación. Esta,
estimula el consumo pero disminuye en gran medida el ahorro y la inversión, en
Argentina, al no encontrar inversiones fuertes y estables que puedan empatar o
ganarle a la inflación los argentinos han optado por el consumo inmediato, que
en la mayoría de los casos se convierte en innecesario y/o efímero.
Concluyo en decir que la propensión marginal a consumir como lo
afirma la economía keynesiana en un factor que influye directamente en la
estabilidad del sistema económico, porque si este disminuyera por distintos
motivos, la inversión deberá aumentar para cubrir la brecha entre el ingreso y
el consumo con la finalidad de que la
renta no disminuya y por tanto se mantenga el nivel de ocupación, que es el
principal problema a tratar de la corriente keynesiana y que a su vez es uno de
los factores más influyentes de toda economía.
.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario