martes, 23 de septiembre de 2014

Le elección de unidades y las expectativas.



Andrés Burbano.


Los baches o confusiones que más resaltaron para Keynes antes de desarrollar a fondo su teoría general fueron la elección de unidades de medición para el comportamiento de los agentes económicos, las expectativas y la definición de ingreso. En este texto analizaré y trataré de contextualizar los conceptos de elección de unidades y expectativas.

Keynes presenta una crítica sobre la elección de unidades para el análisis de problemas económicos hecha por los clásicos, refiriéndose a la impertinencia de la premisas de dividendo nacional, acervo de capital y nivel general de precios; basándose, expresándolo de manera superficial, en la incongruencia de la medición debido a la heterogeneidad de los componentes de la masa de producción nacional para el primer caso, la imposibilidad de establecer los factores determinantes en la variación de producción bajo aumento de capitales en el segundo caso, y en el tercer caso la inexistencia de un nivel general de precios (para su época).

El autor resuelve estos problemas de medición con un intento de homogenización de las unidades de medición, remitiéndose así a los conceptos de unidades de trabajo y unidades de salario. No necesitamos hablar del caso belga para saber que la economía mundial adoptó de cierta manera este tipo de medida, puesto que en todo análisis económico de una nación hablamos de porcentajes de ocupación, y desocupación, así como de salarios mínimos e índices de precios al consumidor como bases en sistemas de remuneración.

Un punto necesario de resaltar, es cuando el autor nos afirma que ante la imposibilidad de medir un incremento en la producción total nacional de manera no monetaria, medir este incremento en función de aumentos en el nivel de ocupación resulta muy útil, y concuerdo con él, pues esta medición recoge tanto la variación de la producción respecto a los capitales adicionados (aunque no estrictamente exacto), como la variación de la inversión privada en la economía. Y así lo podemos percibir en la economía belga, pues el incremento de sus niveles de ocupación proviene (aislando la inversión extranjera) de la inversión privada de la población (aunque en este momento la contracción en su fase “final” de la economía belga no me permite otorgar ejemplos claros), esto para hablar de mediciones en términos no monetarios, si no fuera el caso, para eso está el PIB.

El anterior tipo de medición me permite hacer un breve repaso sobre las expectativas que concibe el capitalista antes de iniciar o de cambiar el rumbo en el proceso productivo. Keynes establece las expectativas a corto plazo como aquellos rendimientos esperados al finalizar la producción de un artículo, y expectativas a largo plazo como los rendimientos esperados al adquirir bienes para la producción o al asumir el costo de la adición de capitales. Ante todos los casos que nos muestra el autor sobre cómo establece expectativas el empresario dentro del mercado y como afecta el nivel de ocupación, recojo su descripción de un carácter cíclico entre un rendimiento inicial y un rendimiento propio de las expectativas a largo plazo tras la adición de capital, así como podría verse un rendimiento por debajo de lo esperado hasta llegar a una expectativa por debajo de la inicial para completar otro tipo de ciclo (hablamos de un proceso de decaimiento en la producción, ya sea por desgaste del capital y la ausencia de inversión). Pienso que las anteriores situaciones pueden verse de manera agregada en la economía, no solamente en el caso de una solo firma, describiendo el comportamiento de las empresas ante incentivos a la inversión dentro de los característicos ciclos económicos de los que tanto hablamos.


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